En tiempos lejanos, la maldad reinó en la tierra,
La creación de Dios, sumida en la oscuridad y guerra.
Mas un hombre justo, Noé, fiel en su andar,
Fue llamado por el Señor, para un nuevo mundo comenzar.
El arca gigantesca, con madera y amor construida,
Sería el refugio de vida, ante la lluvia desmedida.
Los animales, dos a dos, en aquel barco entraron,
Y Noé y su familia, a la voluntad divina se entregaron.
Cuarenta días y noches, las aguas cayeron sin cesar,
El diluvio arrasó el mundo, en un acto de limpiar.
La humanidad, renacida, de la mano de Noé,
Encontró una segunda oportunidad, en la gracia del Edén.
Este soneto del diluvio, nos recuerda que la fe,
Es el faro que nos guía, en la tempestad y el vaivén.
Aprendamos de Noé, a confiar en nuestro Creador,
Y en medio de las pruebas, mantengamos firme nuestro amor.
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