I. El retorno a Canaán
De Egipto retornaron, con sus rebaños y riquezas,
Abram y Lot, guiados por Dios, en su infinita grandeza.
A Betel llegaron, donde un altar levantaron,
Y en oración y fe, al Señor adoraron.
II. La separación de los hermanos
Mas las tierras eran estrechas, para tanto ganado y bienes,
Y entre los pastores de Abram y Lot, surgieron desdenes.
Ante la discordia, Abram alzó su voz serena y sabia,
Proponiendo a su hermano, una solución justa y amable.
“Que no haya contienda entre nosotros, pues somos hermanos”,
Dijo Abram, extendiendo su mano, en un gesto fraterno.
Lot eligió el valle fértil, junto al río Jordán,
Y Abram se quedó en Canaán, bajo el cielo estrellado y galán.
III. La bendición divina
El Señor entonces, a Abram le habló con dulzura,
Prometiéndole una descendencia, numerosa como la llanura.
Desde el norte al sur, y desde el este al oeste,
La tierra sería suya, y de sus hijos, en perpetuo celeste.
Oh, hermanos en la fe, aprendamos de esta historia sagrada,
Que en la generosidad y el amor, se encuentra la senda dorada.
No dejemos que las riquezas, ni las diferencias nos dividan,
Pues en la unidad y la hermandad, la bendición de Dios se anida.
Sigamos el ejemplo de Abram, en humildad y devoción,
Y en nuestro corazón, cultivemos la paz y la reconciliación.
Que la tierra prometida, sea el símbolo de nuestra esperanza,
Y en el amor de Dios, encontremos nuestra bonanza.
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